20 de abril de 2022

Me atrapó (2)

El día despertó gris a las 6 de la mañana, hora a la que salió el sol y que me levanté. Tras dos días sin escribir a Anna, decidí hacerlo. Quizá la chica ya no se acordara de mi, pero mi yo interior me decía que eso no podía ser posible. Claro que se acordaba de mi. Nos emplazamos a vernos esa misma tarde en la puerta del piso, ya que Anna vivía cerca. No quedamos en hacer nada especial, pero conociéndola sabía que íbamos a pasarlo bien con poco. La invité a una cerveza y ella hizo lo propio conmigo, por lo que en poco rato la cosa se puso mejor. Entonces saqué mi mejor carta de la manga: volvimos a mi piso y la invité a cenar, ya que ambos éramos estudiantes y el dinero lo era todo en nuestra estancia en la capital belga. Inesperadamente Anna aceptó. He de reconocer que no cenamos demasiado, por lo que al rato la botella de ron que Anders me dejó sobre la encimera ayudó a terminar la noche y a mejorar la velada. Tras un rato conversando, Anna se durmió y decidí dejarla sola en el sofá del salón mientras yo me fui al cuarto.

Un golpe seco me desveló a las 3 de la mañana: era Anna, que inexplicablemente y seguramente debido a no conocer la casa, chocó contra la pared y acabó en mi cama, acaparando la manta y dejándome helado. Cuando desperté no supe como salir de allí sin que se asustara y no supiese dónde estaba. Desayuné y decidí esperar a que despertase. La preparé un café y unas tostadas con la mermelada de arándanos que había dejado Anders en el armario. Su primera reacción al salir de la cama y enfilar el pasillo fue la de darme un beso en la mejilla y beber agua. Lo segundo no me sorprendió pero lo primero sin duda si, ya que no había pasado nada la noche anterior. Mi pregunta en aquel momento fue si hice algo que debiera recordar, a la que siguió: si quiero saberlo, ¿por qué no la pregunto directamente? Y eso hice. Anna me contó que no pasó nada, pero que en otra ocasión seguro que pasaría. El qué, no me lo quiso decir.